Texto Rodrigo Martín
Es complicado para un pintor joven postularse acerca de un tipo determinado de pintura, sobre todo en los tiempos actuales que corren y por los derroteros en los que se mueve el arte contemporáneo. Quizás, el peso que conlleva la pintura debido a la extensa y fabulosa historia a lo largo de los siglos es una pesada losa para el nuevo creador. La posición marca el modo de actuación dentro del terreno creativo y en muchas ocasiones puede generar inseguridades que hagan variar el modo con el que el pintor afronta el acto creativo frente a la obra; inseguridad por conseguir una determinada marca estética, inseguridad por saber que desnudar su pensamiento pueda no ser comprendida ni vista con la misma sinceridad con la que nace cada nueva pieza.
No es sólo mancha, la pintura engloba muchos más significados adheridos a su presencia, la pintura se desprende del artista y lo prolonga en el tiempo dejando una marca patente y haciéndole testigo de una vivencia en un lugar determinado. No es una conjunción de manchas azarosas sobre un soporte sino que es el resultado de un gran número de vivencias, pensamientos, estudios y trabajo.
No intenten preguntarse ni intenten buscar algún referente icónico que les remita a su "verdadera" realidad, no cuestionen aquello que se presenta frente a sus ojos, dejen que aquello que no reconocen como suyo les guíe por un nuevo modo de comprensión, escarben en lo más profundo de las realidades que conocen y quítense esa venda que tanto anula al sistema de la pintura. Sólo así se puede completar el ciclo del arte, sólo así se podrá cerrar el círculo en el que el espectador cambia su papel y se despoja de ese carácter pasivo implícito, para interactuar de verdad con el lenguaje que le plantea el artista.
No se limiten a ver, sino que simplemente observen para comprender.